Con los precios esperados de la cosecha 2014/15 se requieren rindes excepcionales para no perder dinero.
Existe algo mucho más preocupante que un nuevo episodio de cesación de pagos. Y es el hecho de que la principal actividad actividad económica argentina haya entrado en default.
La mayor parte de los granos que se producen en el país se siembran en campos alquilados. Todos los años, por estas fechas, los arrendatarios comienzan a evaluar los márgenes proyectados de los diferentes cultivos de granos gruesos –soja, maíz y girasol– en función de los precios esperados a cosecha.
En todos los casos –se trate de empresarios agrícolas pequeños, medianos o grandes que siembran en campos alquilados– la conclusión es la misma: en la próxima campaña 2014/15 se necesitará un rendimiento excepcional para no perder dinero.
El combo actual del negocio agrícola en campo arrendado no resulta tentador: precios internacionales en descenso bajo ataque de operadores especulativos + presupuestos reajustados de manera permanente por la inflación galopante de costos. Los que se quedan en la actividad lo hacen previendo que el futuro será mejor. En el presente el objetivo es la mera supervivencia de la empresa.
Una aclaración: los precios internacionales de los granos son buenos. Pero aquí parecen horribles por los elevados derechos de exportación que aplica el gobierno (durante muchos años hubo precios excepcionales que, traducidos al mercado local, resultaban ser buenos).
La inversión en tecnología no decaerá: es la única manera de aspirar a lograr un buen rinde. Pero probablemente se abandonen muchos campos desprolijos con problemas de malezas resistentes a glifosato (los cuales, además de requerir un mayor costo de herbicidas, suelen registrar mermas productivas). El área agrícola total por sembrar este año podría llegar a registrar una caída por tal motivo.
La mayor parte de la provincia de Buenos Aires –el principal distrito agrícola del país– se encuentra con campos anegados y caminos rurales instransitables: no se trata, por cierto, del mejor aliciente para invertir. No es casual que la mayor parte de los contratos de arrendamientos tengan incorporada la “cláusula climática”.
En el norte del país el presencia de picudo negro –una plaga dificilísima de controlar– y malezas súper resistentes hacen inviable al cultivo de soja sin rotación con maíz. Pero el negocio de ese cereal es inviable con los altos costos de flete a las terminales portuarias de Rosario. Debería haber ya en esa zona decenas de plantas elaboradoras de etanol capaces de procesar la oferta regional de maíz. Pero no existen (tarea pendiente para otra eventual “década ganada”).
En definitiva: el negocio agrícola en campo alquilado constituye la principal fuente de granos que aportan las divisas necesarias para que funcione la economía argentina.
La buena noticia es que, a diferencias de las industrias ensambladoras de partes importadas –como la automotriz o la fueguina– que comienzan a despedir gente con el primer nubarrón, el campo va a producir pase lo que pase. Y dentro de un año –en el que pueden suceder muchas cosas– sabremos cómo resultó el negocio que genera la mayor parte de las divisas que necesitamos para (sobre) vivir.
Ezequiel Tambornini para Valor Soja